La herida y la brújula: una conversación con Miguel Ángel de León sobre salud mental y juventudes en riesgo

Publicado el 1 de junio de 2025, 23:11

Por Sofía Ríos Vargas

En México, hablar de salud mental sigue siendo un acto de resistencia. En un país donde la

tristeza se camufla entre memes y la violencia se hereda como método de crianza, hay

quienes eligen acompañar lo que otros prefieren ignorar. Miguel Ángel de León es uno de

ellos.

Psicólogo de formación, psicoterapeuta de orientación psicoanalítica y especialista en el

trabajo con niños, adolescentes y familias, Miguel Ángel ha hecho de su vocación una

trinchera: un espacio de escucha, contención y, sobre todo, transformación.

Esta entrevista no fue solo un registro, fue un encuentro. Una conversación larga, generosa

y necesaria que nos recuerda que la salud mental no es un lujo ni una moda: es un derecho

urgente.

“Si se invirtiera en salud mental, tendríamos menos cárceles y más

vida”

La primera pregunta fue obvia pero esencial: ¿cuál es tu especialidad y desde dónde

hablas?

“Soy psicólogo de base”

, responde Miguel Ángel,

“con formación en psicoterapia

psicoanalítica para niños y adolescentes, y una maestría en psicoterapia general que me

permite trabajar con cualquier población: parejas, familias, grupos”

.

Desde ahí, la pregunta inevitable: ¿cuál es el papel de la salud mental en la prevención del

delito o la violencia?

“Fundamental”

, dice sin titubear.

“Si los gobiernos entendieran su importancia, tendríamos

menos jóvenes tristes, menos delitos. En México, hasta hace poco, solo se destinaba el

1.8% del PIB a salud mental, y la mayoría se iba en infraestructura, no en personal

capacitado. La atención pública no alcanza. La gente necesita sesiones semanales, no una

cita cada tres meses”

.

“Muchos niños no necesitan disciplina, necesitan comprensión”

Hablamos de las primeras señales de alerta: ¿cómo reconocer cuando algo no está bien?“Cuando un niño se aísla, cuando un adolescente se vuelve desafiante o ya no tolera la

autoridad, hay que prestar atención”

, advierte.

“Hay factores psicosociales —la dinámica

familiar, por ejemplo—

, pero también biológicos: temperamentos más reactivos, más

impulsivos. La violencia está tan normalizada que a veces ya no sabemos distinguir lo

preocupante de lo cotidiano”

.

La familia, por supuesto, es una pieza clave.

“Hay niños que hacen un vínculo muy especial

con su terapeuta”

, dice Miguel Ángel.

“Pero si al señalar ciertas dinámicas los padres se

sienten atacados, muchas veces se rompe el proceso. Por eso hay que trabajar también

con los adultos: crear alianzas con padres, docentes, cuidadores”

.

“Una línea desviada un milímetro puede cambiar kilómetros de futuro”

Le pregunto si una intervención psicológica a tiempo puede realmente cambiar una vida. La

respuesta es un sí rotundo.

“Lo digo en todas las conferencias”

, asegura.

“Cuando trabajas con alguien, es como si

tuvieras dos líneas paralelas. Si mueves una un milímetro, con el tiempo esa mínima

diferencia se convierte en kilómetros de distancia. Eso puede representar la diferencia entre

una vida que se desintegra y una que se reconstruye”

.

Y no lo dice desde la teoría. Miguel Ángel conoce la experiencia de primera mano: “De niño,

un director le dijo a mi papá que me sacara de la escuela porque no servía para estudiar.

Hoy acompaño a chicos que también han sido expulsados o etiquetados. Cuando se les da

una segunda oportunidad, muchas veces florecen”

.

“Delincuente no es el que comete el delito, es el que no tiene a nadie

que lo escuche”

Nos detenemos en los casos más complejos: adolescentes que han delinquido, jóvenes

institucionalizados, contextos de alta vulnerabilidad.

“Lo primero es dejar de verlos como monstruos. La mayoría han vivido violencias que los

hicieron creer que son malos. Distinguir entre agresión y violencia es clave: la agresión es

una fuerza vital, necesaria para protegerte. La violencia surge cuando hay intención de

dañar. Muchos reaccionan sin pensar porque tienen una amígdala cerebral hiperactiva, un

mecanismo de defensa activado todo el tiempo”

.

Su propuesta no es solo emocional, también neurocientífica.

“Hay que entender el cerebro.

Muchos jóvenes tienen lóbulos frontales poco desarrollados, ya sea por factores biológicos

o por un entorno que nunca les permitió pensar con calma. Por eso actúan desde el

impulso, no desde la razón”

.“Sin confianza, no hay reparación. Sin reparación, no hay reinserción”

La atención postpenitenciaria también salió en la conversación. ¿Qué pasa con los jóvenes

cuando salen del sistema?

“Dentro de las cárceles, la atención psicológica es casi inexistente. Muchos no hablan con

los psicólogos porque todo lo que digan queda registrado en su expediente. Pero si al salir

encuentran a alguien en quien confiar, si logran reconstruir ese vínculo básico, es posible

reparar. Y cuando eso ocurre, muchas veces se convierten en mentores, en guías para

otros. Eso genera un círculo virtuoso, una cadena de sentido”

.

“Ser padre es una vocación, no una consecuencia biológica”

Le pregunto por el enfoque de Iscalti, el centro que fundó. Su respuesta tiene anclaje

psicoanalítico, pero es profundamente política:

“En Iscalti trabajamos con la noción de función materna y paterna. La materna como cobijo

y cuidado; la paterna como estructura y límites. Y esto no tiene nada que ver con el género.

Hoy vivimos en una época donde la autoridad se ha diluido. Necesitamos adultos que sepan

sostener el ‘no’ con firmeza y sin violencia. La paternidad no empieza con la biología, sino

con el deseo de ser padre, de formarse, de contener sin destruir”

.

“La vocación es el lugar donde el dar no duele, y el servir no agota”

Para cerrar, le pido que me hable de su motivación. ¿Qué lo impulsa a seguir acompañando

a jóvenes, a formar terapeutas, a abrir espacios?

“Creo en el legado”

, dice.

“Hay un autor que me gusta mucho, Yuval Noah Harari. En

Sapiens, plantea que Homo Sapiens sobrevivió porque supo cooperar con flexibilidad. Yo

creo en eso. El servicio no es servidumbre, es un acto de humanidad. Cuando acompañas a

alguien de verdad, no solo le das algo: también te lo das a ti. Pero hay que tener cuidado de

no caer en la necesidad de ser necesitado. Lo importante es dar con conciencia, sin

perderte en el otro”

.

Esta entrevista no ofrece soluciones mágicas. Pero deja pistas, mapas, herramientas. Nos

recuerda que ningún niño es irrecuperable, que ningún dolor es destino y que a veces, un

solo vínculo seguro puede reescribir una vida entera.


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